En la década de los 90 las salas de maquinitas concentraban un amplio repertorio de videojuegos y máquinas de habilidad. Game Box recrea a la perfección esa atmósfera gracias a que cuenta con algunos de los juegos más icónicos de esa época.

CLÁSICOS IMPERDIBLES

Un clásico que todo mundo ha jugado, ya sea la versión original de cabina o las múltiples reediciones que se han lanzado, es Pacman. Su impacto en la cultura pop ha si tan grande que cualquier persona identifica los fantasmas de colores, el camino de puntos y el laberinto por donde pasa el personaje. De hecho, notarás que esos son los elementos principales en la decoración de Game Box.

Otro imperdible es Street Fighter II. Esa máquina nunca se quedaba sola, siempre había alguien listo para echar una moneda y rifársela con su peleador favorito. Los más bravos ni siquiera esperaban a que otro terminara su partida, de inmediato lo retaban, atrayendo las miradas de los presentes, que conforme avanzaba el combate murmuraban sus pronósticos sobre quién sería el vencedor.

Te recomendamos: El efecto antiestrés de ir al cine

Algunas cabinas que llamaban la atención eran las de juegos de carreras y disparos, pues solían emular esas experiencias a través de sus sofisticados controles. En esos casos el usuario montaba una moto, se sentaba al volante de un deportivo o apuntaba con un arma de plástico hacia la pantalla. Aunque durara apenas unos minutos, valía la pena gastar una moneda porque evocaba sensaciones genuinas para los jugadores.

Las máquinas de baile aparecieron en los últimos años de auge que tuvieron las salas de juego. Estas no sólo hicieron que el usuario tradicional soltara el cuerpo, si no que atrajeron a públicos que comúnmente no acudían a esos lugares, al grado de que llegabas a ver cómo una pareja ejecutaba a la perfección las coreografías más complicadas. ¡Bravo!

SIN PANTALLA

Por otra parte, había una serie de máquinas que no eran de video, pero también se encontraban entre las protagonistas de las salas de juego. Hablamos de clásicos como la mesa de hockey de aire, en la que todo mundo jugaba, desde niños pequeños hasta abuelitos, pasando por cuates de la escuela e incluso parejas que andaban ligando.

Y hablando de ir en plan de novios, las máquinas de garra tampoco podían faltar, pues tan sólo con una moneda los más abusados podían sacar un peluche para quedar bien con su ligue en cuestión. Había quienes los veían y pensaban que sería fácil ganar, terminaban vaciando sus bolsillos y lo único que se llevaban a casa era frustración aderezada con un “¡Suerte para la próxima!”.

                Te recomendamos: Éramos felices y lo sabíamos: Día del Niño

A muchos treintañeros las salas de maquinitas los hicieron sentir que ese era su lugar en el mundo, por eso cada vez que encuentran una, renace en ellos esa emoción auténtica por volver a jugar y descubrir cuál es el siguiente nivel. Dicen que uno siempre vuelve al lugar donde ha sido feliz, y Game Box nos transporta a ese mundo donde lejos de ser alguien ordinario nos convertimos en los protagonistas y salvamos el día a cambio de unas monedas. Por eso no te quedes de brazos cruzados, encuentra tu próxima aventura en Game Box y toma el control.